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ROMA E ITALIA

Monarquía (753-509 a. C.)

Loba capitolina.jpeg

El complejo origen de Roma

República (509-27 a. C.)

Apio Claudio Caeco en el Senado - Cesare Maccari (1888).jpg

Historia de la gens Manlia

Elefantes de Aníbal cruzando el Ródano.png

Aníbal y el cruce del Ródano

300.jpg

La otra batalla de las Termópilas

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El culto a los hermanos Graco

Recreación de las tropas numantinas - Asociación Cultural Tierraquemada (Carlos Arlegui).jpg

Mancino y el desastre numantino

Rome HBO.jpg

¿Infalibilidad militar romana?

Batalla de Valentia Edetanorum (Valencia, 75 a. C.).jpg

Quinto Sertorio y la escisión hispana

Cartel Roma (HBO).jpg

Clodia, ¿femme fatale romana?

Voreno y Pullo.jpg

Tito Pullo y Lucio Voreno

Triunfo de César - Roma HBO.jpg

El triunfo de César

Asesinato César - Rome HBO.jpg

Los idus de marzo

Imperio (27 a. C. - 476 d. C.)

Masacre senatorial - Miɫek Jakubiec (2013) - Asesinato de Calígula 2.jpg

El fin de Calígula

Noche en la Suburra - Miɫek Jakubiec (2015) - Nerón en sus juergas 2.jpg

Las juergas de Nerón

Britanos y romanos.jpg

Carataco, rey britano

Gladiator-II-Macrinus.jpg

La avaricia de Macrino

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Origen Roma

El complejo origen de Roma

Lupa Capitolina - Museo Capitolino, Roma (ss. XIII-XV d. C.).jpg

Según la tradición, Roma fue fundada en el 21 de abril del 753 a. C.
No obstante, el origen de la urbe no es claro incluso para los antiguos.

Lupa Capitolina - Museo Capitolino, Roma (ss. XIII-XV d. C.)

Plutarco (c. 40-120 d. C.) cuenta que existían innumerables versiones (Vidas paralelas. Rómulo, 1.1-3):

 

• Los pelasgos fundaron la ciudad por la fiereza de sus armas (del vocablo ῥώμην, “Romen”).

• Una mujer troyana que convenció a sus compañeros de viaje para asentarse en el Palatino, nombrando la ciudad en su honor.

• Nombre de una de las hijas de Hércules y esposa de Eneas.

• Fundación de Romano, hijo de Ulises y Circe.

• Rómulo, rey de los latinos que expulsó a los tirrenos de Italia.

 

Los pueblos sometidos, como los griegos, también desconocían este tema. Dionisio de Halicarnaso (60-7 a. C.) nos lo describe del siguiente modo:

 

Pero hasta el día de hoy [c. 20 a. C.] casi todos los griegos ignoran la historia de los orígenes de Roma, y la gran mayoría de ellos se dejan engañar por falsas opiniones basadas en historias que les han hecho creer que Roma fue fundada por vagabundos, bárbaros e incluso hombres no libres” (Antigüedades romanas, 4.2).

Rómulo y Remo - Peter Paul Rubens (1616, Museo Capitolino, Roma).jpg

Rómulo y Remo - Peter Paul Rubens (1616, Museo Capitolino, Roma)

Sin embargo, el propio autor quiere dar a conocer a los griegos la grandeza romana, y describe que ni asirios, ni medos, persas, macedonios o griegos superaron a los romanos en su imperio en tiempo y extensión. Achaca el triunfo romano a su buen hacer militar:

 

"Roma, desde el principio, apenas fundada, comenzó a atraer a las naciones vecinas, que eran numerosas y belicosas, y continuó expandiéndose, subyugando a todas las naciones" (Antigüedades romanas, 3.6).

 

Tito Livio (c. 60 a. C.-17 d. C.), coetáneo de Dionisio, afirma categóricamente que:

 

Los hados debían sin duda al mundo el nacimiento de una ciudad tan grande, y el establecimiento de este imperio, el más poderoso después del de los dioses” (Desde la fundación de la ciudad, 1.4.1).

 

Resulta obvio que estos autores son muy favorables a la dominación romana, pero lo cierto es, que los ecos de una pequeña ciudad del Lacio todavía perduran hasta los días de hoy.

Gens Manlia

Historia de la gens Manlia

La gens o familia Manlia fue una antigua familia patricia romana a la que podemos rastrear durante 1.000 años y llegó a ostentar desde épocas muy tempranas los cargos más prestigiosos del estado. Mencionaremos algunos de los personajes más célebres de un linaje muy antiguo y extenso.

Apio Claudio Caeco en el Senado - Cesare Maccari (1888).jpg

Apio Claudio Caeco en el Senado - Cesare Maccari (1888)

Esta familia provenía en origen de Túsculo, la ciudad de origen de Cicerón, ubicada a unos 25km de Roma. El primer cónsul de la familia, Gneo Manlio Cincinato, data de una época antigua, pues fue elegido en el año 480 a. C., el mismo año de la batalla de las Termópilas, del cabo de Artemisio y del saqueo de Atenas por parte de las fuerzas del emperador Jerjes I de Persia. Pereció combatiendo a los etruscos (Dionisio de Halicarnaso, Antigüedades romanas, 9.5).

Teatro romano de Túsculo.jpg

Teatro romano de Túsculo, Italia

Otro antepasado de esta familia, Lucio Manlio Vulsón Longo, cónsul en los años 256 y 250 a. C., comandó la flota romana en la Primera Guerra Púnica (264-241 a. C.). Gracias a su victoria en su primer año de consulado, celebró un triunfo en Roma. En su segundo año asedió Lilibeo, siendo superado por las defensas cartaginesas (Polibio, Historias, 1.26-29, 41-48).

 

Unos años más tarde aparece Lucio Manlio Vulsón, desempeñando su pretura en Sicilia en el año 197 a. C. (Tito Livio, Historia de Roma, 32.27-28). Su hermano, Aulo Manlio Vulsón, fue cónsul en el año 178 a. C., y le tocó en sorteo la Galia Cisalpina (Tito Livio, Historia de Roma, 41.1-11). Combatió a los galos istrios sin mucho éxito, y fue sustituido por Cayo Claudio Pulcro y Tiberio Sempronio Graco, padre del famoso tribuno, aún no nato.

 

El último personaje de la familia es Anicio Manlio Torcuato Severino Boecio (c. 480-525 d. C.), más conocido como Boecio, el último filósofo romano que murió tras ser encarcelado.

Boecio despidiéndose de la familia - Jean Victor Schnetz (1826).jpg

Boecio despidiéndose de la familia - Jean Victor Schnetz (1826)

Una familia antigua y poderosa que aparece en mi última novela: ‘EN TIERRA DE TIRANOS’. ¡No tardéis en haceros con un ejemplar! 

Aníbal y el Ródano

Aníbal y el cruce del Ródano

En otoño del año 218 a. C., el ejército de Aníbal cruzaba la Galia en dirección a Italia. Sin embargo, el general se vio en un dilema militar: cruzar la desembocadura del río Ródano y enfrentarse a un ejército romano apoyado por la polis de Masilia, fuertemente defendida; o remontar el cauce del río y cruzarlo en un vado al norte con el riesgo de enfrentarse a las poblaciones locales.

Marcha Aníbal a Italia (218 a. C.).png

Marcha Aníbal a Italia (218 a. C.)

El cartaginés eligió la segunda opción, y no tardó en encontrar una fuerza de galos que defendían el lado oriental del río. Aníbal, imitando a Alejandro en el Hidaspes, mandó a parte de sus fuerzas cruzar el río en un vado al norte, y de este modo consiguió atrapar a los galos desprevenidos.

 

Una vez vencido, Aníbal tuvo que cruzar a sus famosos elefantes, pero la tarea se mostraba harto compleja. Una de las versiones menciona que se construyó una estructura hecha con barcazas para que los animales pudieran cruzar. Se trataba de una plataforma de unos 60 de largo y 15 de ancho, donde los animales serían arrastrados mediante un sistema de cuerdas hasta la otra orilla (Livio, 21.28.5). Estas plataformas se cubrieron de tierra para familiarizar a los paquidermos y tranquilizarlos (Silio Itálico, Púnicas, 3.460).

Elefantes de Aníbal cruzando el Ródano - Henri-Paul Motte (1878).png

Elefantes de Aníbal cruzando el Ródano - Henri-Paul Motte (1878)

No obstante, algunos de los animales se asustaron al verse rodeados de agua, lanzándose al río. En el mundo antiguo existía la creencia de que los elefantes no sabían nadar pues evitaban introducirse en el elemento cuando eran conducidos (Plinio, Historia Natural, 8.28).

Elefantes de Aníbal cruzando el Ródano.png

Sin embargo, los elefantes se mostraron más versátiles de lo previsto, pues: “los propios animales pudieron salvarse gracias a la fuerza y la longitud de su trompa: elevaron este apéndice por encima del agua, lo que les permitió tanto respirar como expulsar toda el agua que tragaban; de este modo, pudieron realizar toda la travesía sin ser casi nunca arrastrados o derribados por la corriente” (Polibio, Historias, 3.46).

Al final, aquellos que murieron fueron los jinetes indios, arrastrados por la feroz corriente, pero los animales mostraron ser más listos que sus dueños.

No obstante, la comunidad académica actualmente descarta esta idea de las balsas en pos de la otra versión que nos da Livio, donde los elefantes cruzan a nado el río.

La otra Termópilas

La otra batalla de las Termópilas

El paso de las Termópilas es un estrecho desfiladero que conecta la Lócride con Beocia, cruzando la cadena montañosa del Eta, cuyo pico más alto mide 2.153 metros. Es decir, que para cruzar la zona central de Grecia es necesario atravesar ese lugar. En la actualidad, los sedimentos acumulados del río Esperqueo han ampliado el paso entre 1,5 y 5 kilómetros, pero en la antigüedad no era sino un paso de menos de 100 metros en su zona más estrecha.

Esta posición privilegiada hizo que el lugar fuera escenario de una de las batallas más importantes de la antigüedad, pero no fue la única.

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Fotograma de 300 - Zack Snyder (2006)

En el año 353 a. C., en el contexto de la Tercera Guerra Sagrada, las tropas de Filipo II de Macedonia se vieron entorpecidas por un contingente ateniense. En el 279 a. C., los galos de Brenno fueron contenidos por los atenienses. En el año 267 d. C., los hérulos, pueblo germánico procedente de Escandinavia, vencieron a los griegos que trataron de detenerles. Incluso fuera del marco de la antigüedad, se combatió en el lugar en la Guerra de Independencia Griega (1821-1830) o en la Segunda Guerra Mundial (1941).

Sin embargo, el conflicto que nos atañe es el del año 191 a. C., dentro de la llamada Guerra Romano-Siria. El rey Antíoco III el Grande, uno de los monarcas seléucidas más importantes, trató de fomentar la sensación antirromana imperante en Grecia enviando un contingente militar.

En el año 192 a. C., 10.000 soldados de a pie, 500 de caballería y 6 elefantes desembarcaron en Tesalia. Los romanos no tardaron en responder, y enviaron al año siguiente al cónsul Manio Acilio Glabrión, que debía frenar el avance del monarca sirio. Este se hizo fuerte en las Termópilas, por lo que los romanos se vieron en un impasse.

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Mapa de la Guerra Romano-Siria (192-188 a. C.)

En ese contexto brilla Marco Porcio Catón, tribuno militar y conocido político romano. Catón coge a gran parte del ejército, y consciente de que existía un camino secreto que ya utilizaron los persas en su día, marchó de noche para tratar de encontrarlo. Sin embargo, el guía no era un local, por lo que el ejército se desorientó entre la foresta. Tras un rato vagando en la montaña, se encontraron por casualidad con un contingente de soldados. Sin saber bien quiénes eran, atacaron con todo, creando gran confusión. La contienda se extendió hasta el desfiladero, hasta que, en medio del caos, el cónsul Glabrión mandó atacar al resto de fuerzas. Tras una cruenta batalla, los sirios fueron expulsados (Plutarco, Vidas paralelas. Catón, 13-14).

Busto de Antíoco III - Louvre, París.jpg
Busto que se vincula a Catón, Roma.jpg

Busto de Antíoco III - Louvre, París

Busto que se atribuye a Catón – Colección Torlonia, Roma

De este modo fue repelida la invasión de Antíoco en Grecia, así como sus aspiraciones de conquista en suelo europeo. La guerra se expandió a Anatolia, finalizando tras la victoria romana en Magnesia (190 a. C.), donde el rey sirio fue obligado a retirarse de la península.

Mancino y Numancia

Mancino y el desastre numantino

Numancia fue un duro hueso de roer para Roma, y, si no, que se lo digan a Cayo Hostilio Mancino (s. II a. C.).

Este hombre procedía de la gens Hostilia, una familia respetable, pero de origen plebeya. Su padre fue cónsul (170 a. C.), así como su hermano (145 a. C.), por lo que Mancino no tardó en alcanzar dicha magistratura (137 a. C.). Se le otorgó la provincia de la Hispania Citerior, lo que le conllevaba tomar parte en un conflicto enquistado: la Tercera Guerra Celtibérica (143-133 a. C.).

Principales asentamientos de la Península Ibérica (s. II a. C.).jpg

Principales asentamientos de la Península Ibérica (s. II a. C.)

Pueblos prerromanos de la Península Ibérica (s. II a. C.).jpg

Pueblos prerromanos de la Península Ibérica (s. II a. C.)

Mancino había sido pretor en Hispania tan solo tres años antes, por lo que se le creía capaz de encargarse de la situación bélica de la región. No obstante, la suerte no lo sonreiría, pues se trataba de “un hombre al que no le faltaba talento, pero que fue el más desafortunado de los generales romanos” (Plutarco, Vidas paralelas. Tiberio Graco, 5.1-2).

 

El cónsul fue vencido en varias contiendas, y, desalentado por sus derrotas, trató de huir al amparo de la noche. Los numantinos, conocedores de su propia tierra, los alcanzaron, capturando el campamento romano en el proceso.

Recreación de las tropas numantinas - Asociación Cultural Tierraquemada (Carlos Arlegui).jpg

Recreación de las tropas numantinas - Asociación Cultural Tierraquemada (Carlos Arlegui)

Sexto Aurelio Victor, tardío cronista (s. IV d. C.), nos narra una curiosa historia: “Por casualidad, ese día, los numantinos celebraban solemnemente los esponsales de sus hijas. Dos rivales se disputaban la mano de una de sus hijas, notable por su belleza. Su padre la prometió en matrimonio a aquel de los dos que le devolviera la mano derecha de un enemigo [ritual común entre la casta guerrera celtíbera]. Los jóvenes partieron de inmediato, confundieron la repentina partida del ejército romano con una huida y regresaron para avisar a sus conciudadanos. Inmediatamente, ellos y cuatro mil de los suyos despedazaron a veinte mil romanos” (Sobre los hombres ilustres de Roma, 59).

Es probable que esta historia esté algo adulterada, pero lo cierto es que Mancino se vio rodeado. El cónsul envió heraldos para entablar una negociación. Según las fuentes, fue el joven Tiberio Sempronio Graco, cuestor de Mancino, quien entabló dichas negociaciones. Su padre había servido en aquellas tierras (181 a. C.), y su buena reputación (además de sus redes clientelares) sobrevivieron a su partida. Tiberio consiguió establecer una paz con los numantinos, a cambio de salvar la vida de 20.000 personas atrapadas. Esto le granjeó una gran fama entre los plebeyos.

Tiberio Graco - Jean-Baptiste Claude Eugène Guillaume (1853).jpg

Tiberio Graco - Jean-Baptiste Claude Eugène Guillaume (1853)

Mancino tuvo que volver a Roma y rendir cuentas ante el Senado, pues la paz debía ser ratificada por ellos y se trataba de un acto sagrado, por lo que el acto de Mancino se veía como una gran falta de respeto a la ciudad. Tiberio consiguió librarse del castigo, pero el juicio de Mancino fue del siguiente modo:

 

La disputa ante el Senado entre Mancino y los embajadores numantinos seguía su curso. Estos últimos mostraron el tratado que habían concluido con Mancino; él, por su parte, echó la culpa de todo a Pompeyo, su predecesor en el mando, que le había dado un ejército sin valor y sin recursos, con el que el propio Pompeyo había sido derrotado a menudo, y por eso había concluido un tratado similar con los numantinos. Añadió que la guerra había tenido lugar bajo malos augurios, porque había sido declarada por los romanos en violación de estos acuerdos. Los senadores se enfadaron por igual con ambos, pero Pompeyo se libró del castigo porque había sido juzgado por el asunto mucho antes. Decidieron entregar a Mancino a los numantinos por hacer un tratado vergonzoso sin su permiso. (…) Mancino fue llevado a Hispania por Furio y entregado desnudo a los numantinos, pero estos se negaron a recibirlo” (Apiano, Iberia, 83).

Mancino entregado a los numantinos - David Mirys (1800).jpg

Mancino entregado a los numantinos - David Mirys (1800)

No era la primera vez que este castigo se realizaba. Durante la Segunda Guerra Samnita, los dos cónsules Tito Veturio Calvino y Espurio Postumio Albino Caudino (321 a. C.) fueron entregados a sus enemigos. Sin embargo, en el caso que nos concierne, no se aceptó al prisionero, posiblemente porque los numantinos pretendían que su tratado fuera legal finalizando el conflicto. No obstante, de poco les sirvió, pues la ciudad caería definitivamente cuatro años más tarde, en 133 a. C., bajo el asedio de Publio Cornelio Escipión Emiliano Africano Menor, que se ganaría otro apodo más: Numantino.

Asedio de Escipión Emiliano (133 a. C.).jpg

Asedio de Escipión Emiliano (133 a. C.)

Numancia - Alejo Vera y Estaca (1881).jpg

Numancia - Alejo Vera y Estaca (1881)

Mancino regresó a Roma, pero se desconoce cuál fue su situación posterior. Parece que algunos senadores no lo apreciaban en exceso, pues Cicerón nos dice que fue expulsado de una sesión donde tomó su asiento por haber perdido la ciudadanía (De oratore, 1.40). Sin embargo, tuvo que haber alguna triquiñuela legal para devolverle sus derechos, pues Aurelio Victor asegura que más tarde fue pretor (Sobre los hombres ilustres de Roma, 59).

 

Este es otro ejemplo más de que los romanos, a pesar de la imagen que tenemos actualmente de ellos, no eran invencibles. En su larga historia sufrieron muchas derrotas.

Reconstrucción de un hogar celtíbero - Numancia, Soria.jpg

Reconstrucción de un hogar celtíbero - Numancia, Soria

El culto a los Graco

El culto a los hermanos Graco

La memoria de los héroes.

Creo que muchos coincidiréis en mi definición de iniciar bien un nuevo año: revisionar la serie de HBO, Roma.

Viendo el capítulo 1x06, 'Egeria', una escena llamó mi atención.

El contexto es el siguiente: Cuando César persigue a Pompeyo a Grecia, Antonio se queda en Roma. Pullo le dice a Voreno que Antonio devolverá las tierras a los ciudadanos, y Voreno le responde que los modos de Antonio no serían aprobados por Cincinato, Mario o los Graco. Pullo le responderá: “¿Quiénes?”.

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Escena de Roma donde se menciona a los Graco

Creo que esta escena no es verosímil porque sería imposible que un plebeyo como Pullo, que vive en el Aventino, lugar donde resistieron los últimos seguidores de Cayo Graco, no conociera a los hermanos Graco.

 

Las políticas de Cayo Graco habían sucedido unos 70 años atrás, lo que no es tanto tiempo. Tras el asesinato de Tiberio (133 a. C.), no existió ningún tipo de recuento de lo ocurrido. El senado fue consciente de que era vital para defender sus intereses que la damnatio memoriae se promoviera, y lo llevó a cabo tras el fatal desenlace de Cayo (121 a. C.). Se crea así una identidad victoriosa que trata de reunir a los vencedores, mientras que humilla a aquellos vencidos.

Grabado de la muerte de Tiberio Graco - Lodovico Pogliaghi (1890).jpg

Grabado de la muerte de Tiberio Graco - Lodovico Pogliaghi (1890)

La muerte de Cayo Graco - François Jean-Baptiste Topino-Lebrun (1798).jpg

La muerte de Cayo Graco - François Jean-Baptiste Topino-Lebrun (1798)

Para ello se construyó un templo dedicado a Concordia en la parte occidental del Foro, a cargo del cónsul Lucio Opimio (121 a. C.), que pasó a ser el símbolo de la derrota, no solo de Cayo, sino de ambos hermanos.

Tras todo el revuelo que supuso el final de la república, el término concordia caerá en desuso con Augusto, que decidió cambiarlo por ‘pax’. Pero gran parte de la popularidad de los Graco seguía vigente.

Plutarco nos cuenta, seguramente en un periodo de tiempo muy cercano al asesinato de Cayo, que la plebe erigió estatuas de ambos hermanos en los lugares públicos, sacralizaron los lugares donde fueron asesinados e incluso realizaban ofrendas y sacrificios (Vidas paralelas. Tiberio y Cayo Graco, 18.2).

Las estatuas serían pequeños bustos o imágenes de los hermanos, debido al origen humilde de quienes las fabricaban, por lo que la desaparición total de estas por parte del senado resultaría imposible, aunque no se conserve ninguna evidencia de alguna orden emitida con este fin. Por lo tanto, el culto a los hermanos perdura en el tiempo, haciéndose eco de que la memoria colectiva no olvidaba el episodio a pesar de las antagónicas intenciones del senado (Pina Polo, F. (2016), The “tyranny” of the Gracchi and the Concordia of the optimates: an ideological construct, pp. 19-20).

Los héroes de la plebe no desaparecen de la noche a la mañana.

Infalibilidad romana

¿Infalibilidad militar romana?

El ideario colectivo muestra a Roma como una máquina infalible de conquista. Pero ¿se debían estas victorias a su dominio marcial? ¿Acaso eran mejores soldados y comandantes que los innumerables pueblos de la época?

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Escena de Roma de HBO (2005)

Lo cierto es que no.

 

A pesar de tener una disciplina férrea, el ejército romano había adquirido muchos de sus principios bélicos del mundo griego. La causa principal la encontramos en los números.

 

Según dice el historiador griego Polibio de Megalópolis (200-118 a. C.) en sus ‘Historias’, durante la invasión de Aníbal (218 a. C.): “el número total de ciudadanos y auxiliares capaces de portar armas era de más de 700.000 infantes y unos 70.000 jinetes” (2.24). Estas cifras, entre aliados y tropas propias, están bastante aceptadas hoy en día.

Roma - Zama (202 a.C.).jpg

A mediados de la época republicana, la legión romana se componía de unas 5.000 unidades de infantería y 300 de caballería. A estas fuerzas tendríamos que sumar a otros 5.000 soldados de a pie y 900 más a caballo entre las tropas auxiliares (6.20). Por otro lado, los romanos solían disponer de tropas especializadas entre sus aliados, tales como arqueros u honderos. Por ello, eran capaces de mostrar una gran versatilidad en cuanto a sus técnicas de combate.

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Sobre las fuerzas totales de las que Roma disponía, la cantidad de legiones dispersas por todo el territorio romano solía variar según el contexto y la necesidad del momento. Durante el s. II a. C., el número total de legiones reclutadas por la República oscilaría entre las catorce y las dieciséis.

Cuatro legiones se encontrarían repartidas en las dos provincias de Hispania: Citerior y Ulterior. Sicilia, Cerdeña y Córcega reclamaban constantes refuerzos, dados los levantamientos de esclavos o de los pobladores nativos. El norte de Italia y la Galia Cisalpina tenían alrededor de cuatro legiones y, en ocasiones contadas, seis (especialmente en las operaciones de los años 192, 182 y 176 a. C.). Por otra parte, las campañas en Oriente exigieron grandes cantidades de soldados: contra Filipo V se movilizaron dos legiones (196 a. C.); cuatro contra Antíoco III (190 a. C.); y otras cuatro contra Perseo (168 a. C.). En las campañas de Macedonia y Grecia, fueron enviadas tres legiones reducidas (en 149 a. C. una sola; entre los años 148-147 a. C. dos; y en la etapa final de 146-144 a. C. fueron tres). Por lo que respecta al gran enemigo de los romanos, es decir, los cartagineses, unas ocho legiones tomaron parte en los tres años que duró el asedio de Cartago (149-146 a. C.). Por último, en la primera guerra servil se enviaron a dos legiones consulares a Sicilia, 134-132 a. C. (Earl [1963], Tiberius Gracchus. A study in politics, 30-31).

Batalla de las Termópilas (191 a. C.).jpg

En el desarrollo de las guerras contra Pirro, Filipo V o el propio Aníbal, los romanos sufrieron ciertos reveses iniciales hasta conseguir una victoria definitiva, lo que da fuerza a esta teoría.

Quinto Sertorio

Quinto Sertorio y la escisión hispana

Recorramos una parte de la antigüedad donde la península ibérica llegó a casi escindirse del imperio romano en medio de un contexto de guerra civil. Se trata de la guerra sertoriana (82-72 a. C.).

Quinto Sertorio (122-72 a. C.) fue un general romano proveniente de una familia humilde que Plutarco denomina de 'linaje oscuro' (Vidas paralelas. Sertorio, 2). Combatió en las invasiones de los cimbrios (113-101 a. C.) y ostentó varios cargos públicos.

 

Cuando estalló la guerra civil (88-81 a. C.), Sertorio se posicionó en el bando de Cayo Mario. Fue un duro opositor de Sila durante su avanza en la península itálica, hasta que la situación le obligó a tomar cargo de la provincia que le había tocado como pretor (82 a. C.): la Hispania Citerior.

Sin embargo, los silanos lo siguieron, y fue desalojado de allí. Encontró refugio en África, y allí esperó hasta que algunos pueblos lusitanos le pidieron auxilio. Con esa excusa, regresó a la península, donde comenzó su larga guerra.

Batalla de Valentia Edetanorum (Valencia, 75 a. C.).jpg

Batalla de Valentia Edetanorum (Valencia, 75 a. C.)

Sertorio buscaba cierta legitimidad en Roma a la espera de que la situación se volviera menos tensa, por lo que su lucha fue de mera supervivencia. No obstante, consiguió un gran apoyo local entre lusitanos, vetones, arévacos y celtíberos.

Tropas celtíberas contra legionarios.jpg

Sertorio formó su propio senado con los disidentes itálicos, lo que fue una estratagema para tratar de justificar su posición frente a Roma. La situación se volvió favorable para él, pues los territorios controlados llegaron a alcanzar un territorio que abarcaba entre la franja atlántica y la mediterránea.

Guerra sertoriana (82-72 a. C.).jpg

El caudillo siempre era acompañado por una corza albina, que decía que fue entregada por la mismísima Diana. Pero parece que la ayuda de los dioses no fue suficiente, pues sus propios hombres acabaron por traicionarle, lo que hizo que la guerra continuara por poco tiempo al carecer de un carismático líder.

Sertorio y su cierva - Juan León Pallière (1849).jpg

Sertorio y su cierva - Juan León Pallière (1849)

Clodia

Clodia, ¿femme fatale romana?

En el siglo I a. C. Roma estaba inmersa en una época de cambio. El tradicional matrimonio cum manu, en el cual la mujer pasaba de la autoridad del padre al de su marido, pierde su relevancia frente a la unión sine manu. Esta última unión mantenía a la mujer casada bajo el control de su padre, pero suponía en la práctica una mayor autonomía sobre ellas, que ya contaban con una fortuna propia en la mayoría de los casos.

Tocador de una dama romana - Juan Jiménez Martín (1875).jpg

Tocador de una dama romana - Juan Jiménez Martín (1875)

Esta nueva feminidad de la sociedad romana se refleja en una figura clave de la época: Clodia (95-… a. C.), hermana mayor de Publio Clodio Pulcro (90-52 a. C.), conocido agitador del momento. Esta provenía de una familia aristócrata romana y despertaba las pasiones de los romanos. Su vida amorosa era la comidilla de la ciudad, pues, a pesar de estar casada con su primo Quinto Cecilio Metelo Celer (103-59 a. C.), los rumores apuntaban a que tenía docenas de amantes.

Grabado de Clodia - Guillaume Rouille (1553).jpg

Grabado de Clodia - Guillaume Rouille (1553)

Sin embargo, en el año 56 a. C., el amarillismo romano alcanzó una de sus cotas más altas. La relación que tenía Clodia con Marco Celio Rufo (82-48 a. C.) se rompe. A causa de ello, los hermanos Clodio persiguen a este personaje, que es defendido en juicio por el propio Cicerón (106-43 a. C.). Se le acusa de haber amenazado e incluso asesinado a un emisario ptolemaico, llamado Dion. En medio del escándalo, Celio decide marcharse a una propiedad que tiene en el campo, pero allí aparece Clodia, que con su atractivo termina por someterlo a su voluntad, convirtiéndolo en su perrito faldero en público.

Por ello Cicerón dedica las siguientes palabras en el juicio:

Supongo, pues, que una mujer soltera ha abierto su casa a todos los libertinos, que ha abrazado públicamente el estado de cortesana, que se encuentra en las fiestas con los hombres que le son más extraños; supongo que esta mujer vive de este modo en Roma, en el campo, a los ojos de la muchedumbre que se reúne en las aguas de Baiae [lago Bracciano]; que no sólo su andar, sino también su atuendo y su seguimiento, que no sólo la audacia de sus miradas, el libertinaje de su hablar, sino también sus abrazos, sus caricias disolutas, sus baños, sus paseos por el agua, sus fiestas la muestran no sólo como una cortesana, sino como la más desvergonzada de todas las prostitutas. Si un joven se encontrara con ella por casualidad, ¿dirías, Lucio Herennio [Balbo, acusador de Celio], que es un seductor, o simplemente un hombre en busca de diversión? ¿Dirías que quería corromper la inocencia, o satisfacer un capricho?” (Cicerón, En defensa de Celio, 49).

Estatua moderna de Catulo - Sirmione, Italia.jpg

Estatua moderna de Catulo - Sirmione, Italia

El poeta Cayo Valerio Catulo (87-54 a. C.), embelesado por la figura de Clodia, le dedica más de veinticinco poemas bajo el pseudónimo de “Lesbia”. La describe del siguiente modo:

 

A Lesbia. Aquel me parece que es igual a un dios: aquel, si se me permite, supera a los dioses, el que, sentado frente a ti, sin moverse, te mira y te oye reír con dulzura, cosa que, a mí, en mi desgracia, me arrebata los sentidos, pues tan pronto como te he visto, Lesbia, nada queda de mí. Mi lengua enmudece; una leve llama se aviva bajo mis miembros; con su propio sonido zumban mis oídos y se cubren de noche mis ojos” (Catulo, Poemas, 51.1-14).

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Lesbia y su gorrión. Cuadro inspirado en los poemas de Catulo - Edward Poynter (1907)

No hay duda de que Clodia despertaba la pasión de sus contemporáneos, tanto para bien como para mal. Sin embargo, parece que Clodia no era una rareza dentro de Roma, y que, lo más destacable de su vida sentimental y sexual, es que llegara a hacerse pública y usara con fines políticos.

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Cadáver de Clodio – Desconocido

Tito Pullo y Lucio Voreno

Tito Pullo y Lucio Voreno

¡Decimoterceraaaa!

En el año 2005 se estrenó la que considero la mejor serie histórica de las que he visto: Roma, de HBO.

Esta serie se ambienta en los inicios de la segunda guerra civil romana (49-45 a. C.) y se desarrolla en dos temporadas hasta el inicio del Principado de Augusto (27 a. C.).

Su contexto histórico nos muestra una de las épocas más convulsas de la historia romana, y, a pesar de no estar exenta de errores históricos, considero que la serie nos recrea una Roma nunca antes vista.

Entre los muchos personajes de la serie nos centraremos en dos de sus protagonistas: Lucio Voreno y Tito Pullo, dos soldados al servicio de César que se verán involucrados en muchos de los principales sucesos de su tiempo.

Pero, ¿existieron estos personajes?, ¿quiénes eran?

El propio César habla de ellos:

En esta legión [la IX] había dos centuriones, hombres de gran valor y que ya se acercaban a los rangos más altos, T. Pullo y L. Voreno. Entre ellos existía una rivalidad constante, y cada año se disputaban el rango con un ardor que degeneraba en odio.

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Mientras luchaban obstinadamente cerca de las murallas, Pullo dijo: ‘¿A qué esperas, Voreno? ¿Qué mejor oportunidad para demostrar tu valor? He aquí el día que debe decidir entre nosotros’. Al pronunciar estas palabras, abandonó las trincheras y se precipitó hacia la parte más espesa del cuerpo a cuerpo. Voreno no pudo contenerse y, temiendo la opinión general, le siguió de cerca.

Cuando se acercó al enemigo, Pullo lanzó su jabalina y atravesó a uno de los que avanzaban hacia él en tropel; lo hirió de muerte: inmediatamente cubrieron el cadáver con sus escudos, dirigieron todos sus disparos contra Pullo y le cortaron la retirada. Un aguijonazo atravesó su escudo y se hundió en su hombrera. El mismo golpe desvía la vaina e impide que su mano derecha desenvaine la espada: así, avergonzados, los enemigos le rodean. Voreno, su rival, corre a defenderle de este peligro. Los bárbaros se vuelven inmediatamente contra él, abandonando a Pullo, al que creen fuera de combate. Voreno, espada en mano, se defendió en medio de ellos, mató a uno y comenzó a hacer retroceder a los demás. Pero llevado por su ardor, chocó contra un hueco y cayó. Pullo acudió a su vez a liberarlo; y ambos, ilesos y habiendo matado a varios enemigos, regresaron al campamento cubiertos de gloria.

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En esta batalla, la fortuna equilibró su éxito, cada uno de ellos defendió y salvó a su rival, y no se pudo decidir quién había ganado en valor” (Guerra de las Galias, 5.44).

 

Voreno desaparece de la historia, no así su compañero Pullo, que, esta vez en el contexto de la guerra contra Pompeyo, es capturado por los pompeyanos cuando servía en la legión cesariana XXI Victrix Rapax. Cambiará de bando y defenderá con valor un campamento pompeyano (Dion Casio, Historia romana, 41.40; César, Guerra civil, 3.67).

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Lo mostrado en la serie de HBO difiere mucho de estas breves menciones de los personajes, pero, pese a ello, siguen siendo dos individuos que congenian muy bien en pantalla.

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Los idus de marzo

El triunfo de César

A finales de septiembre del año 46 a. C., Roma se engalanaba para honrar a su más ilustre hijo. Tras adquirir el poder pleno después de la guerra en las Galias y la confrontación civil, Cayo Julio César celebraría al fin su tan ansiado triunfo. Se trataba este de una celebración de una victoria conseguida, regulada por normas estrictas de carácter religioso. El objetivo primigenio era el de la purificación del general (pues la ruta partía del Campo de Marte al Capitolio, es decir, que atravesaba el pomerium o recinto sagrado), así como realizar ofrendas a Júpiter.

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Triunfo de César - Roma (HBO)

César tenía unas cuantas victorias a sus espaldas, pero unas pesaban más que otras. Ante todo, el general trató de evitar la celebración sobre otros romanos: “hay que señalar que se abstuvo de mencionar sus victorias sobre los romanos en las inscripciones de su triunfo, considerando que se trataban de guerras civiles y que esto habría sido indecoroso para él y, para sus compatriotas, humillante y ominoso” (Apiano, Guerras civiles, 2.101). Su objetivo era el de desvincularse del pasado violento y mostrar que aquellas muertes de romanos (al menos algunas) fueron justificadas por su traición.

 

De este modo, en cuatro desfiles no consecutivos (uno más que Pompeyo), César celebró el triunfo no sobre los ciudadanos romanos, sino sobre cuatro monarcas extranjeros: la Galia, representada por Vercingetórix; Egipto por Ptolomeo XIII; Ponto por Farnaces II; y Numidia por Juba I. También celebró la muerte de Catón, Escipión y otros considerados traidores, pero la plebe no reaccionó como él esperó: “a pesar de su miedo, deploraba las desgracias públicas, sobre todo cuando veía a Lucio Escipión, el comandante en jefe, golpearse el pecho y caer al mar, a Petreio suicidarse después de un banquete o a Catón despedazarse como una fiera” (Apiano, Guerras civiles, 2.101).

Moneda de Farnaces II

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Vercingetórix se rinde ante César - Lionel Royer (1899)

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Juba I de Numidia - Museo del Louvre

Ptolomeo XIII - Museo del Louvre

Al parecer, César consideraba que la guerra civil finalizó tras la batalla de Farsalia (48 a. C.). Con la derrota de Pompeyo, todas las guerras que siguieron al conflicto no fueron romanas, sino contra bárbaros aconsejados por romanos traidores. César vendió esa imagen ante el pueblo de Roma en unos triunfos jamás igualados antes. Recreó modelos de la isla de Faro de Alejandría, así como maquetas de la ciudad de Masilia. Dispuso 22.000 triclinios, lo que equivaldría a unos 200.000 comensales (9 personas por triclinio). Distribuyó 6.000 lampreas (consideradas una exquisitez), acompañadas por vinos de Falerno y Quíos. Celebró incluso una Naumaquia en honor a su fallecida hija Julia en el Campo de Marte, así como innumerables juegos con bestias de todo tipo, incluidos los llamados ‘camellopardales’ (lo que creían una mezcla de camellos y guepardos, es decir, las jirafas).

 

Este increíble despliegue sirvió no solo para saciar la vanidad de César, sino para tapar las heridas de una terrible guerra que, según cuenta Plutarco: “Cuando terminaron todos estos espectáculos, se hizo el recuento del pueblo, y en lugar de los 320.000 ciudadanos que había dado el último recuento, sólo había 130.000. ¡Tan mortífera había sido la guerra civil para Roma! Tantos ciudadanos habían muerto, por no hablar de todas las pestes que habían afligido al resto de Italia y a todas las provincias” (Vidas paralelas. César, 55).

Los idus de marzo

Los idus de marzo

Nos hemos trasladado al día 15 de marzo del año 44 a. C., y en la ciudad de Roma se cambiará el curso de la historia, pues Cayo Julio César es asesinado. Esta fue una fecha clave para todo nostálgico republicano, por lo que recorramos los curiosos hechos del magnicidio.

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La noche previa al asesinato de César, mientras algunos de los conspiradores probablemente se reunieran para dar sus últimos retoques al plan trazado, el dictador pasaba una mala noche.

El día anterior, mientras César firmaba unas cartas a la hora de la cena, según tenía por costumbre, y estando en compañía de Marco Lépido, se suscitó en la conversación el tema de cuál era la mejor de las muertes posibles; César se adelantó a dar su respuesta y dijo en voz alta: ‘La inesperada’. Pasado un rato, cuando ya se había acostado como solía con Calpurnia, su mujer, de pronto se abrieron todas las ventanas y puertas del aposento; extrañado César por el ruido y por el refulgente brillo de la luna notó que Calpurnia seguía dormida profundamente, aunque musitaba en sueños palabras incomprensibles y entrecortados sollozos; al parecer soñaba que llevaba en brazos el cadáver de su marido entre gritos de llanto” (Plutarco, Vidas paralelas. César, 63.4-5).

César había tenido varias pesadillas que le dificultaron el descanso. Al parecer, había soñado con que volaba sobre las nubes, así como que estrechaba la mano de Júpiter.

Cuenta Suetonio que:

Debido a estos presagios, y también al mal estado de su salud, estuvo largo tiempo dudando si quedarse en casa y aplazar los asuntos que tenía pensado tratar en el Senado; pero al fin, como Décimo Bruto le exhortaba a no defraudar a los senadores, que, en gran número, le esperaban desde hacía tiempo, salió de casa aproximadamente a la hora quinta [sobre las 11 de la mañana]; a su paso, un individuo le tendió un escrito que delataba la conjura, pero César lo juntó con las demás peticiones que llevaba en la mano izquierda, como para leerlo más tarde”.

​La historia continúa con un adivino etrusco, que realizó un presagio aún no cumplido a César:

Luego, después de haber sacrificado muchas víctimas y en vista de que no podía conseguir presagios favorables, entró en la curia despreciando el escrúpulo religioso, riéndose de Espunna y acusándolo de farsante, porque los idus de marzo habían llegado sin que a él le sobreviniera ningún mal, aunque aquél replicó que, efectivamente, habían llegado, pero que no habían pasado” (Suetonio, Vida de los doce césares, 1.81.4).

Pocas horas quedaban para que el dictador pudiera estrecharle la mano a Júpiter.

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Asterix Gladiador (1964)

Mientras tanto, ese mismo día, los conspiradores se habían reunido al alba para celebrar la ceremonia de la toga viril del hijo de Quinto Casio Longino, veterano de la batalla de Carras (53 a. C.) y quien se encargó de rechazar una invasión parta de las provincias orientales. Después de la celebración, esperaron a que llegara César a la sesión, que debería haberse iniciado entre las 8:00-9:00 de la mañana. No obstante, César no acude hasta el mediodía.

No importaba, pues los conspiradores lograron introducir puñales en la curia escondiéndolas en las cajas donde se guardaban las tablillas con los documentos para la sesión.

Cuando el dictador se presenta el filósofo Artemidoro de Cnido le entrega un documento instándole a que lo lea con urgencia y así evitar su funesto destino.

César ignora su consejo.

Tras los sacrificios pertinentes los cesarianos se adentran en la curia, pero Marco Antonio es retenido fuera por Cayo Trebonio, viejo compañero de armas que también es un conspirador. El dictador sigue su camino dejando atrás a sus lictores, es decir, sus guardaespaldas.

Lucio Tilio Cimbro, antiguo seguidor de César, se acerca y le pregunta por la remisión de la condena de su hermano. El dictador lo rechaza, y Tilio lo agarra de la toga, realizando la señal ya acordada por todos.

César responde: “¡Esto es violencia!” (Suetonio, Vida de los doce césares, 82.1), pero al momento se le lanzan los hermanos Servilio Casca, que lo hieren superficialmente.

César, abrumado y asombrado grita: “Maldito Casca!, ¿qué haces?” (Plutarco, Vidas paralelas. César, 66.5), pero ya es tarde. Los conjurados se abalanzan sobre él, apuñalándolo 23 veces en total.

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Roma, HBO (2005)

Los 500 o 600 senadores que allí se encontraban huyeron, creando un tumulto enorme. Los veteranos centuriones de César no actuaron, y solamente dos senadores realizaron un tímido intento por socorrer al dictador: Lucio Marcio Censorino y Cayo Calvisio Sabino.

 

Pasado el mediodía, yace en la silenciosa curia el cuerpo sin vida del dictador. Entre los pliegues de su toga se esconde el pergamino de Artemidoro manchado de sangre, donde se informaba del complot ignorado por el destino.

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​La muerte de César - Jean-Léon Gérôme (1867)

El fin de Calígula

El fin de Calígula

El 24 de enero del año 41 d. C. morían en Roma Júpiter, Apolo y Hércules, entre otros.

No, no sería Kratos el responsable de tal matanza de dioses, sino algo más mundano. Moría en ese día una figura imperial que aglutinaba a todas estas deidades: Cayo Julio César Augusto Germánico, más conocido como Calígula.

Tras ganarse la enemistad de muchos senadores, el complot no tardó en realizarse. Los propios autores antiguos estaban en desacuerdo sobre cómo ocurrió el suceso (Suetonio, Calígula, 58.3), pero al parecer, mientras el emperador estaba atendiendo a unos actores en una función, algunos pretorianos, liderados por Casio Querea, lo asesinaron.

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Asesinato de Calígula - Lazzaro Baldi (s. XVII)

Parece que Querea tenía un odio personal hacia Calígula, pues Flavio Josefo (37-100 d. C.) muestra las burlas del emperador sobre él (Antigüedades judías, 19.1.14), así como Séneca (4-65 d. C.), coetáneo de los hechos: “Querea, tribuno militar, tenía una voz que no correspondía a su valor y cuyos tonos poco varoniles y quebrados podían hacer sospechar de su moral. Cuando pedía la palabra, el príncipe lo llamaba a veces Venus, a veces Príapo, acusando a este guerrero de indulgencias infames en términos siempre nuevos; ¡mientras él iba vestido con transparencias, en sandalias, blasonadas de oro! Querea se vio obligado a recurrir a la espada para evitar tal vergüenza. Fue el primero de los conspiradores que levantó el brazo contra el emperador, partiéndole la cabeza de un solo golpe; luego, mil otras espadas llegaron de todas partes para vengar los insultos de los ciudadanos y de la patria. Pero el primero en convertirse en hombre fue el que menos lo parecía” (De la firmeza del sabio, 18.3).

La muerte de Calígula pilló desprevenida a su guardia personal, que, en un momento de ira asesinaron a todo el que vieron allí, incluyendo a senadores inocentes (Suetonio, Calígula, 58.6).

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Masacre senatorial - Miɫek Jakubiec (2013)

De este modo moría un dios, o al menos un mortal que juraba serlo.

 

Pero de las cenizas puede nacer una hermosa flor, por lo que Roma sería gobernada por un infravalorado pero eficiente líder.

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Un emperador romano - Lawrence Alma-Tadema (1871)

Carataco

Carataco, rey britano

En el año 43 d. C. el emperador Claudio reinicia la conquista de Britania. El objetivo de los romanos era el de establecer en el poder a un rey aliado, Verica, líder de los atrébates, pueblo belga con aspiraciones a gobernar en Britania.

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Conquista de Britania (43-60 d. C.)

Una confederación de catuvelaunos y trinobantes liderada por los caudillos Carataco y Togodumno les hizo frente, pero no fueron capaces de frenar la conquista romana. Togodumno falleció, por lo que Carataco no tuvo otra elección que marchar a la actual Gales y seguir su lucha como guerrillero.

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Allí este rey obtuvo varias victorias, pero, con el tiempo, se vio forzado a retirarse hasta que las fuerzas nativas se enfrentaron a las romanas en la batalla de Caer Caradoc, al este de Gales, en el año 51 d. C. Carataco perdió la batalla y huyó, pero por poco tiempo, pues fue capturado cuando trató de refugiarse en la corte de Cartimandua, reina de los brigantes.

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Busto de Claudio (41-54 d. C.) – Museo arqueológico nacional de Nápoles, Italia

Según cuenta Tácito (c. 55-120 d. C.), la fama de este caudillo llegó a la propia Italia, y cuando fue llevado como prisionero y desfiló en el triunfo del emperador, sus palabras, acompañados de su noble porte, conmovieron a Claudio:

 

«Si mi moderación en la prosperidad hubiera igualado mi nacimiento y mi fortuna, habría podido venir aquí como amigo, nunca como prisionero; y tú mismo no habrías desdeñado la alianza de un príncipe de ilustres antepasados y gobernante de varias naciones. Ahora el destino ha añadido a tu gloria lo que ha quitado a la mía. Tenía caballos, soldados, armas y riquezas: ¿es de extrañar que sólo las haya perdido a pesar mío? Si quieres mandar sobre todos, no es razón para que todos acepten la servidumbre. Si me hubiera rendido sin luchar, ni mi fortuna ni tu victoria habrían tenido renombre: e incluso hoy mi calvario pronto sería olvidado. Pero si me dejas vivir, seré una prueba eterna de tu clemencia». Claudio le perdonó a él, a su mujer y a sus hermanos” (Tácito, Anales, 12.37).

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Carataco ante el tribunal de Claudio - Andrew Birrell (1792)

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Carataco en Roma - James William Edmund Doyle (1864)

​​Dión Casio (c. 155-235 d. C.) muestra lo innecesario de la campaña britana y la codicia de un emperador frente a la sabiduría bárbara:

 

Carataco, un jefe bárbaro que fue capturado [en el año 52 d.C.] y llevado a Roma, y más tarde indultado por Claudio, se paseó por la ciudad tras su liberación; y después de contemplar su esplendor y su magnitud exclamó: «¿Y tú [Roma], que tienes tantas posesiones, puedes codiciar nuestras pobres casuchas?»” (Dión Casio, Historia romana, 61.33.3c).

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Vidriera de la iglesia de Colchester (Camulodunum)

Juergas de Nerón

Las juergas de Nerón

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¡Hoy toca fiesta al estilo emperador!

No obstante, ni las juergas del temible Alex DeLarge superan a las del emperador Nerón, cuyo nombre por algo significaba en lengua sabina fuerte y valiente (Suetonio, Vida de los doce césares, 3.2.1).

Nerón Claudio César Augusto Germánico (37-68 d. C.) era, sin duda, temible en el ocio. Al emperador le gustaba demasiado la fiesta, pero, por culpa de lo que consideraba un aburrido ambiente en palacio, solía disfrazarse y mezclarse con la población local en las callejuelas más peligrosas de Roma.

Reconstrucción moderna del busto

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Busto de Nerón - Museo Capitolino, Roma

Esto es lo que nos cuenta Cayo Suetonio Tranquilo (c. 70-130 d. C.), historiador y biógrafo nacido en Numidia:

 

"En cuanto anochecía, tocado con un gorro o un casquete, penetraba en las tabernas y vagaba por los barrios divirtiéndose, pero no sin causar daño, pues tenía por costumbre golpear a las personas que volvían de alguna comida, herirlas y arrojarlas a las cloacas si ofrecían resistencia, e incluso romper las puertas de las tiendas y saquearlas.

 

Había instalado en su palacio una cantina donde se liquidaba el producto del botín obtenido y, posteriormente, se subastaba en lotes.

 

A menudo, en peleas de este tipo, corrió peligro de perder los ojos y aun la vida, pues un personaje de rango senatorial estuvo un día a punto de matarle a golpes por haberse propasado con su mujer.

 

Por este motivo, no volvió a arriesgarse a recorrer las calles a semejantes horas sin hacerse seguir de lejos y discretamente por unos tribunos" (Suetonio, Vida de los doce césares, 6.26.1).

 

Nerón era una buena pieza, y nos recuerda con su ejemplo eso de: “pásalo bien, sin pasarte”. 

Noche en la Suburra - Miɫek Jakubiec (2015) - Nerón en sus juergas 2.jpg

Noche en la Suburra - Miɫek Jakubiec (2015)

Avaricia de Macrino

La avaricia de Macrino

Recordamos a Denzel Washington por grandes películas, pero, ¿quién era su personaje en Gladiator II? Vamos a analizar su trasfondo histórico y lo mucho que varía la película de la realidad.

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Denzel Washington en el papel de Macrino - Gladiator II (2024)

Marco Opelio Macrino, nació en el año 164 d. C. en Iol Cesarea, norte de Mauritania, actual Argelia. Según nos cuenta Dión Casio (155-235 d. C.): “Macrino era moro (Μαῦρος; Mauros) de nacimiento, natural de Cesarea, hijo de padres de oscuro/indigno origen (…); tenía, además, una oreja perforada a la manera de la mayoría de los moros. Pero su moderación encubría la bajeza de su extracción. En cuanto a las leyes, era menos hábil en su conocimiento que fiel en hacerlas cumplir” (Dión Casio, Historia romana, 78.11). El historiador no muestra un aprecio especial por el personaje, pero menciona algo clave de él: que es de origen humilde.

 

En época de Septimio Severo (193-211 d. C.) casi fue eliminado por Cayo Fulvio Plautino, segundo hombre de Roma por aquel entonces. Sin embargo, el intento de este por derrocar a la dinastía de los Severos fue truncado (205 d. C.), y se le ejecutó mientras su familia partía al exilio. En el año 212 Caracalla estrangulará a sus descendientes. En medio de un clima tan hostil, Macrino ascendió hasta adquirir puestos relevantes en el gobierno: administrador de la Via Flaminia, procurador, y, finalmente, prefecto del pretorio. En términos de Dión Casio desempeñó este cargo con justicia.

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Busto de Macrino (s. III d. C.) - Museo Capitolino, Roma

No obstante, parece que la ambición de Macrino era desmedida, y tomó parte en un complot para matar a Caracalla. El 8 de abril del año 212 Julio Marcial, miembro de la guardia pretoriana, asesina al emperador. Macrino no actúa en unos días, para no ser vinculado directamente al crimen, pero asume el manto de emperador cuatro días más tarde. Le respaldan los soldados pretorianos, por lo que el senado se ve obligado a apoyarlo.

Con el tiempo, “Macrino, en efecto, comenzó a llevar una vida blanda, y tomó aversión a los que le amonestaban” (Dión Casio, Historia romana, 78.15). Siguió con la invasión que su predecesor realizó a Mesopotamia, pero, tras la batalla de Nisibis (217 d. C.), los romanos pactaron una costosa paz con los partos.

Las arcas reales estaban tan vacías, que Macrino trató de ahorrar dinero rebajando la paga de los soldados. “[Macrino] escribió a Máximo, prefecto de Roma, (…) [diciendo] que los soldados recién alistados querían que se les diera todo lo que habían recibido anteriormente, y que los demás, a los que no se les había quitado nada, se unían a la cólera de sus compañeros por lo que no se les concedía” (Dión Casio, Historia romana, 78.36).

Denario de plata de Macrino (217-218 d. C.).jpg

Denario de plata de Macrino (217-218 d. C.)

En medio del caos un joven pretendiente al trono apareció, Vario Avito Bassiano, más conocido como Heliogábalo, que decía ser hijo de Caracalla. Su ejército y el de Macrino se enfrentarían el 8 de junio del 218, fracasando el segundo. Trató de huir tras la batalla, pero fue capturado y ejecutado.

 

Una historia de la desmedida ambición.

 

En efecto, por haber aspirado al imperio, cuando ni siquiera tenía el título de senador, lo perdió prontamente, pues reinó sólo un año, dos meses y tres días” (Dion Casio, Historia romana, 78.41).

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