Filosofía: Grecia e India
Nos es bien conocida la filosofía, pero no son los griegos los únicos en practicarla.
"Esta ocupación de la filosofía afirman algunos que tuvo origen entre los bárbaros; pues hubo magos entre los persas, caldeos entre los babilonios y los asirios, y gymnosofistas entre los indios, y los llamados druidas entre celtas y gálatas" (Diógenes Laercio, Vidas y opiniones de los filósofos ilustres, 1.1).
Decía el poeta medieval indo-persa Amir Khusraw (1251-1325 d. C.) que: "los Brahmanes de la India son hombres tan eruditos en lo que concierne al aprendizaje y al conocimiento, que han superado por mucho a Aristóteles" (Khusraw, Nuh Sipihr, 162).
Lo cierto es que tanto la cultura india como la griega se encontraron mucho antes de los tiempos de Amir, incluso previo a las conquistas de Alejandro Magno (327-325 a. C.). No obstante, estas campañas fueron las que trajeron a ambos mundos a la convivencia directa.

Batalla del Hidaspes - Angus McBride (2001)
La expedición macedonia se encontró con lo que denominaron como gymnosophistai (γυμνοσοφισταί), es decir, los sofistas desnudos o sâdhus (साधु) en la India. Eran estos unos sabios ascetas que fascinaron a los griegos y macedonios por sus conocimientos.
Su estricta forma de vida les recordó a la de algunos de sus filósofos, así como sus extraños hábitos, como el vegetarianismo. Este aspecto generó un gran debate en la antigüedad, reflejado principalmente en las figuras de Plutarco de Queronea (c. 40-120 d. C.) y Porfirio de Tiro (c. 230-300 d. C.).

Recreación de un gymnosophistai indio
Durante su marcha en la expedición de Alejandro, el filósofo Pirrón de Elis (c. 360-270 a. C.) se encontró con estos sabios. Se cree que muchas de las enseñanzas de los sâdhu fueron el germen de la escuela de pensamiento escéptica que más adelante desarrollaría este filósofo.
La desnudez de los sâdhu también inspiró a otras doctrinas filosóficas helenísticas en cuanto al valor de la austeridad, como, por ejemplo, el estoicismo o el cinismo. En este último nos encontramos a Onesícrito de Astipalea (c. 360-290 a. C.), que tomó parte en la expedición y era discípulo del famoso Diógenes de Sínope, el Perro (c. 400-323 a. C.).
El peso social que estos hombres tenían en sus comunidades era grande, pues sabemos que, movido por el influjo de estos, el rey Sabas se rebeló en Taxila contra Alejandro (¿325 a. C.?). El macedonio acabó con la rebelión y tomó a los diez líderes gymnosophistai como prisioneros:
“parecían ser extremadamente hábiles en sus respuestas y en la concisión con que contestaban, por lo que les planteó unas preguntas aporéticas, afirmando que mataría al primero que no contestara correctamente, y luego, a continuación, también a todos los demás. Ordenó que uno de ellos, el de mayor edad, actuara de juez.
El primero oyó la primera pregunta. Se le preguntó quiénes creía que eran más, si los vivos o los muertos. Respondió que los vivos, porque los muertos ya no eran.
El segundo fue preguntado sobre si es la tierra o el mar el que cría a mayores fieras. Respondió que la tierra, pues el mar es una parte de ella.
Al tercero, ¿cuál es el animal más astuto? Aquel que hasta ahora el hombre no ha llegado a conocer.
Al cuarto le preguntó: ¿con qué cálculos había inducido a Sabas a la sublevación? Respondió: porque quería que Sabas viviera con honor o que muriera con honor.
Preguntó al quinto: ¿qué creía que había sido primero, el día o la noche? A lo que respondió que el día, por un solo día.
(…) Pasando el turno al sexto le preguntó cómo podría uno hacerse querer sobremanera. Contestó: si siendo el más poderoso, no se hace temer.
De los tres que quedaban, preguntó al primero cómo podría un hombre llegar a ser un dios. Contestó: si hiciera algo que no es posible que lleve a cabo un hombre.
A otro le preguntó sobre la vida y la muerte, cuál era más poderosa. Respondió que la vida, ya que podía soportar tan grandes males.
Finalmente preguntó al último: ¿hasta qué momento está bien que el hombre viva? Hasta que estime que sea mejor estar muerto que vivir.
Volvióse ya hacia el que actuaba como juez, y le ordenó que hiciera público su veredicto. Y habiendo declarado este que cada uno había contestado peor que el anterior, dijo Alejandro: “pues vas a ser tú el primero que muera, por haber juzgado de esa manera”. “No, mi rey -contestó-, a menos que hayas mentido, pues dijiste que matarías al que primero diera la peor respuesta” (Plutarco, Vidas paralelas. Alejandro, 64.1-12).
Estos juegos dialécticos fascinaban a los griegos, y, sin duda, se puede rastrear cierta influencia en los filósofos indios.

Alejandro Magno encontrándose con los gymnosophistai - Manuscrito medieval, Italia (c. 1420)
Alejandro y los soldados alados
En la primavera del año 327 a. C., Alejandro Magno retoma, tras un duro invierno, la guerra contra los sublevados bactrios y sogdianos, actuales Afganistán y Pakistán, en la cordillera del Himalaya.

Entre estas campañas destaca la toma de una fortaleza, de la que solo se conoce el nombre de 'Roca Sogdiana'.
Los rebeldes, liderados por el bactriano Oxiartes, se refugiaron en una fortaleza protegida por las montañas. Reunieron provisiones para resistir por dos años, y gozaban de fuentes de agua ilimitada gracias a las nieves cercanas.
Quinto Curcio asegura que la fortaleza tenía 30 estadios de altura, es decir, 5.328 metros sobre el nivel del mar. Debe de tratarse de una exageración, aunque sin duda debía ser un lugar extremadamente alto e inhóspito.
La fortaleza tenía una entrada muy estrecha, fuertemente defendida por los peñascos de alrededor.
Alejandro pensó en pasar de largo, pero al parecer le pudo su afán por los retos, pues puso asedio al lugar. Los defensores, entre risas al ver los esfuerzos del enemigo, dijeron que solamente conseguirían alcanzarlos si reclutaban a soldados con alas.
Alejandro entonces llamó a sus generales, y les dijo que trajeran a trescientos de los más ágiles jóvenes que tuvieran, aquellos que estuvieran acostumbrados en su tierra natal a conducir ganado por peñascos impracticables.
Les dijo entonces: "La naturaleza no ha colocado nada tan alto que no pueda ser alcanzado por el valor" (Quinto Curcio, Historia de Alejandro Magno, 7.11).
Entonces prometió un premio de 10 talentos de oro al primero que llegara a cima (unos 200 kilos). El segundo se llevaría 9, y así sucesivamente.
El objetivo de esta temeraria avanzadilla era el de dar una señal con banderas blancas, para que Alejandro atacara el frente y así ellos pudieran tomarles por la espalda.
Comenzó la subida, donde perecieron 30 jóvenes, pero la estratagema de Alejandro funcionó, por lo que finalmente el macedonio confesó a los vencidos que había conseguido a los soldados alados.
